
CUANDO EL HACER CONSTANTE SE VUELVE UNA FORMA DE ANESTESIA
¿Qué precio estamos pagando por estar siempre ocupadas?
Herencia del cansancio
Recuerdo las manos de mi abuela siempre ocupadas.
Nunca la vi sentarse a descansar a media tarde.
Si lo hacía, era con la aguja y el ovillo de lana en la mano.
Su manera de no llorar era cocinar.
Su manera de no enojarse era limpiar.
Su manera de no sentirse sola era tener siempre algo entre los dedos.
Mi mamá aprendió mirándola.
Yo la veía llegar agotada del trabajo, apenas se descalzaba ya estaba preparando la cena y revisando las tareas.
Si alguna vez se quedaba en silencio, la invadía una tristeza que no sabía sostener.
Entonces buscaba qué hacer, como si el movimiento fuera el único modo de salvarse..
💭 Nos enseñaron a sobrevivir haciendo, no a sanar deteniéndonos.
El nuevo disfraz: estar ocupadas
Y nosotras, repetimos ese guión con otros escenarios.
Hoy no es la cocina ni la costura, sino la agenda repleta, las reuniones que aprisionan el día.

Vamos de logro en logro, de pantalla en pantalla, con el corazón en pausa.
La hiperproductividad se volvió nuestra coraza, nuestro modo elegante de no mirar hacia adentro.
Pienso hoy, con compasión, en la Gise de años atrás, embarazada, con contracciones que llegaban como olas, mientras sostenía guardias maratónicas y cirugías complejas.
Sentía el peso en los hombros, la respiración acelerada, la espalda tensa, pero seguía.
Todo estaba signado por un deber.
No podía siquiera cuestionar lo poco amable que estaba siendo con mi cuerpo y con mi vida.
💡 Lo llamamos éxito, pero es un disfraz.
El cuerpo, sin embargo, es sabio: los hombros contracturados, la respiración corta, la mente acelerada.
Esa es la señal clara de que lo que duele sigue ahí, esperando a ser sentido.
Y aunque lo llamemos éxito, en el fondo sabemos que es un disfraz.
Porque lo que anhelamos no es correr más rápido, sino poder detenernos sin miedo.
Poder habitar el silencio sin que nos duela.
Poder sentir sin tener la necesidad de huir.
Lo que la ciencia revela
La ciencia lo confirma:
según la American Psychological Association, las mujeres reportan niveles de estrés significativamente más altos que los hombres, y el 44% reconoce que su estrés está directamente relacionado con la sobrecarga de responsabilidades.
Pero hay más:
✔ Inflamación silenciosa: el estrés sostenido activa moléculas inflamatorias como la IL-6 y la proteína C reactiva, que aceleran procesos de envejecimiento y aumentan riesgo cardiovascular.
✔ Telómeros acortados: la hiperactividad crónica desgasta los extremos del ADN, marcadores de longevidad celular. Estar siempre ocupadas literalmente envejece nuestras células más rápido.
✔ Microbiota alterada: la vida en piloto automático reduce la diversidad bacteriana intestinal, lo que repercute en energía, inmunidad y estado de ánimo.
✔ Neuroquímica de la urgencia: la hiperproductividad estimula la dopamina de recompensa inmediata, pero descuida la oxitocina, la serotonina y la calma que sostienen vínculos, creatividad y resiliencia.
💭 Somos generaciones enteras sosteniendo con productividad lo que en realidad pide espacio para ser sentido.
¿Qué podemos hacer esta semana?
Nuestras emociones no son solo “sensaciones pasajeras”: dejan huellas en el cuerpo, modifican la química cerebral y pueden incluso influir en la expresión de nuestros genes.
Cuando reprimimos o ignoramos lo que sentimos, activamos circuitos de estrés crónico que impactan en nuestra salud física y emocional.
✨ El descanso también es un entrenamiento biológico.
1. Hack neurohormonal: cambiar una “mini-tarea más” por un gesto de conexión (abrazo, contacto con naturaleza, conversación genuina). Esto eleva oxitocina y baja la urgencia dopaminérgica.
2. Hack epigenético: incorporar microdescansos de 5 minutos cada 2–3 horas no es pereza, es activar genes de reparación y longevidad.
3. Hack digestivo: elegir conscientemente un momento de pausa para comer, sin pantallas. Es un entrenamiento para el nervio vago y un regalo para la microbiota.
Estas no son “técnicas de moda”.
Son Hacks regenerativos para practicar la pausa: pequeñas acciones que cambian señales internas, que apagan inflamación, que regeneran tejidos, que devuelven resiliencia al sistema nervioso.
Antes de despedirme...
La invitación es a detenernos sin culpas, reconocer que somos humanas, que sentimos, que merecemos habitar nuestro propio cuerpo y nuestras emociones.
Cada pausa consciente, cada respiración atenta, es un acto de amor hacia nosotras mismas.
👉🏼 Y ahora te pregunto: ¿Qué espacio de tu vida podrías transformar en regeneración en vez de ocupación?
Porque el verdadero éxito no está en estar siempre ocupadas.
Está en crear la vida que nos sostenga, sin disfraces.
Quiero leerte 🌸
¿Qué te pasa cuando intentás frenar?
¿Dónde sentís que seguís sosteniendo por miedo a soltar?
💡 A VECES, DESCANSAR NO ES RENDIRSE. ES RECORDAR QUIÉN SOS CUANDO DEJÁS DE CORRER.
💌 Te abrazo,
🪶 Te leo en los comentarios, para conocer tu experiencia y de qué temas te gustaría que hablemos en las próximas entregas.